Ante la demanda de distanciamiento social por la pandemia de COVID-19, muchas instituciones se vieron obligadas a cambiar sus encuentros presenciales por sesiones virtuales. Es así como estudiantes, trabajadores, docentes, entre otros más, pueden pasar varias horas observando una pantalla para llevar a cabo sus labores cotidianas.
Al respecto, se han adelantado algunos estudios en los que se menciona que pasar largas jornadas frente a una pantalla, ya está causando afecciones en las personas y a esto se le ha denominado Zoom-fatigue o fatiga de Zoom, que se deriva de las largas horas frente a la computadora en reuniones virtuales. Cabe aclarar, que a este fenómeno se le atribuye este nombre por la popularidad de la plataforma Zoom, sin embargo, un estudio realizado por la Universidad de Stanford, indica que esta fatiga resulta de la exposición excesiva a las diferentes plataformas de videoconferencias.
De acuerdo con lo anterior, el profesor Jeremy Bailenson, fundador del Laboratorio Virtual de Interacción Humana de Stanford, examinó las consecuencias psicológicas de pasar varias horas expuestos en este tipo de plataformas. Su intención con el estudio no es antagonizar al uso de estas, sino resaltar algunos aspectos que se podrían tener en cuenta para evitar esta fatiga. A continuación, se presentan 4 explicaciones de dicho fenómeno:
Bailenson describe que la cantidad de contacto visual que se desprende en las videoconferencias es antinatural. En una reunión presencial el ritmo de nuestra mirada sería muy diferente, ya que tendríamos la posibilidad de mirar nuestro alrededor, observar algunas notas, mirar al orador, el reloj, entre otros. Esta situación resultaría menos agotadora, mientras que en los encuentros virtuales nuestra mirada todo el tiempo estará dirigida hacia los integrantes que vemos en las pantallas.
Otro aspecto a resaltar, es la ansiedad social que genera hablar en público por este tipo de plataformas, ya que todas las miradas están puestas en uno, lo cual genera una experiencia de alto estrés. Para ello, el autor compara esta situación con una sala de conferencias presencial, con nueve oradores cara a cara, donde cada uno habla la misma cantidad de tiempo. Será extraño que un oyente mire fijamente a otro oyente, y aún más raro sería que esta mirada dirigida al no hablante dure la duración de una reunión. En ese sentido, asumiendo que todos los oyentes están mirando al orador en la sala de conferencias, la cantidad de mirada fija en “Zoom u otras plataformas” es ocho veces mayor. Pero resulta que el efecto multiplicador, es mayor, porque cara a cara, los oyentes no miran fijamente a los oradores sin parar. Allí el contacto visual directo se da con moderación (Bailenson, 2021).
En la interacción presencial, es decir cara a cara, la comunicación no verbal fluye de manera natural, llegando al punto que rara vez prestaremos atención consciente a nuestros gestos y otros comportamientos no verbales. Bailenson menciona que “en el mundo real, si alguien nos estuviera siguiendo con un espejo constantemente, de modo que mientras hablamos con la gente, tomamos decisiones, damos retroalimentación, recibimos retroalimentación, nos miramos a nosotros mismos en un espejo, sería una locura y nadie lo consideraría jamás”. Asimismo, agregó que diferentes estudios que muestran que cuando uno ve el reflejo de uno mismo, somos más críticos con nosotros. Adicionalmente, las investigaciones han mostrado que puede haber consecuencias emocionales negativas al verse en un espejo de forma constante.
Las reuniones presenciales le daban más flexibilidad a una persona para moverse y caminar. En las videoconferencias las personas se ven obligadas en permanecer en un solo lugar para que otras puedan verlas, ya que las cámaras tienen un solo ángulo. En este sentido, Bailenson afirma que investigaciones recientes destacan que las personas muestran mejores resultados cognitivos cuando se encuentran en movimiento.
La comunicación no verbal es mayor en las reuniones presenciales situación que se elimina en las videoconferencias. Cuando se da este tipo de comunicación, cada persona interpreta de manera espontánea o natural los ademanes o señales subconscientemente, mientras que en las videoconferencias debemos trabajar más duros para mandar estas señales o recibirlas.
Al respecto, Bailenson indica que “hemos transformado algo tan natural para los humanos, como lo son las conversaciones, en algo que requiere de mucho esfuerzo mental, lo cual genera una carga cognitiva, a medida que usamos calorías mentales para comunicarnos”. Por otro lado, resalta que los gestos pueden significar cosas diferentes en el contexto de una reunión de video. Por ejemplo, una mirada de reojo a alguien durante una reunión personal, significa algo muy diferente a una persona en una cuadrícula de videoconferencia mirando fuera de la pantalla a su hijo que acaba de entrar en su despacho en casa. Para ello, el profesor recomienda, darse un descanso de “solo audio” y alejar el cuerpo de la pantalla.
En conclusión, la comunicaciónno verbal nos aligeraba mucho las conversaciones, porque podía reducir nuestras palabras a una simple mirada o ademán, y cuando éstas se tratan de traducir al contexto virtual pueden llegar a significar algo completamente diferente.
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